No regales tu trabajo (ni tu tiempo)
Cuando empecé en esto era una aprendiz. Me movía la voluntad
de saber más y de ayudar a otras madres, igual que a mí me ayudaron.
Como sabéis después de muchos años de voluntariado y trabajo
altruista, me convertí en profesional con todo el esfuerzo que eso supone. No es fácil convertirse en IBCLC, ya os lo he contado alguna vez.
Una vez que me convertí en especialista de lactancia, seguí
colaborando con el grupo de apoyo durante un año, hasta que decidí emprender,
le pese a quien le pese.
Mis años de estudio y de formación, el dinero invertido (no
es barato precisamente llegar a ser especialista) en cursos, máster, libros…
las horas invertidas en estudio, lectura, asesoría, en las prácticas… me
permiten llegar a ser una profesional, una buena profesional.
Desde entonces atiendo en la consulta a decenas de mujeres
cada mes, mujeres que quedan satisfechas. Esas consultas llevan de media dos
horas de atención directa y después varias llamadas y muchos mensajes de correo
electrónico o por redes sociales. En ocasiones
segundas y terceras visitas. Mucho tiempo, mucho, dedicado a cada pareja mamá-bebé.
Justamente el que necesita cada familia. A veces vale con dos horas, a veces el
seguimiento se prolonga durante semanas o incluso meses.
Cada día, además del trabajo en consulta, recibo varios
emails y muchos WhatsApp pidiendo ayuda. La mayoría de estos mensajes son de
gente que encontró mi web por internet pero no saben que estoy en la provincia de
Burgos. Gente que me pide ayuda desde cientos o miles de kilómetros.
Cada caso es único y en cada caso que atiendo hay que hacer
una buena anamnesis. Completa. Y esto lleva su tiempo. Después hay que hacer
una valoración, preferiblemente presencial por supuesto, pero muchas veces las
hago por Skype y casi siempre pueden resultar válidas. Valoración del bebé, de
la mamá y de la toma. Hay que contestar
cientos de preguntas y dudas y dar muchas explicaciones si las piden. Cuando es
en consulta como digo, lleva su tiempo. Pero hablamos, es un diálogo ágil y en
directo, donde se resuelve sobre la marcha. Cuando es por escrito lleva aún más
tiempo, y ¡¡más si es desde el móvil!!
Así pues hace tiempo que no regalo mi trabajo ni mi tiempo. Y cuando es
por mail pido a cambio una retribución, más económica que en consulta, pero al
fin y al cabo es por un trabajo. Un trabajo, un tiempo, y unos conocimientos.
Esto incomoda a bastantes de las personas que se ponen en
contacto conmigo. ¿Por qué? Me llama tanto la atención que seamos capaces de
pagar por hacernos las uñas sin rechistar, por ir a la peluquería, por ir al
podólogo, por que un abogado te defienda, por que una arquitecto te realice un
proyecto, por que un instalador venga a casa a poner un electrodoméstico, por
llevar el coche al taller… ¿Por qué yo tengo que hacerlo gratis?
A veces hay que decir NO. Y es una tarea complicada.
No vivo de favores. No puedo dedicar media mañana a resolver
por WhatsApp las dudas de una madre que vive a cientos de km de mí y que nunca
podrá venir a consulta, porque no puedo vivir de eso, no vivo de favores ni
trabajo gratis.
Eso no quita para que alguna vez, de forma puntual y si la
ocasión lo requiere, asesore gratis o aporte ayuda sin remuneración a alguna
madre. Pero lo decido yo.
Gracias por entenderlo.
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