Terapia miofuncional
La terapia miofuncional puede considerarse una especialidad de la logopedia
y su objetivo es prevenir, evaluar, diagnosticar, educar y rehabilitar el
desequilibrio en el sistema orofacial desde el nacimiento hasta la vejez. Las
causas pueden ser muy diversas (anatómica, funcional, neurológica, etc.). En
nuestro caso nos interesa el momento del nacimiento y primeros meses.
La terapia miofuncional está orientada a la curación de alteraciones
relacionadas con la funcionalidad de los músculos implicados en el
funcionamiento del sistema orofacial.
La intervención en lo que me compete es de tipo pasivo pues no hay
participación del bebé. Salvo algún caso concreto que trato a niños más mayores
y que ya saben y pueden colaborar.
La intervención o reeducación se basa principalmente en una ejercitación
específica, mediante masajes y estimulación mecánica que tiene como
finalidad conseguir un equilibrio muscular orofacial que permita realizar
patrones neuromotores de comportamiento del sistema orofacial adecuados.
Esta terapia es válida para disfunciones orales, algunas malformaciones
craneofaciales genéticas, congénitas o adquiridas, disfagia…
Las disfunciones orales son alteraciones del patrón normal de
succión-deglución, y pueden ser debidas a varias causas como inmadurez,
problemas neurológicos, problemas en el momento del nacimiento o prácticas
hospitalarias en los primeros momentos de vida del bebé (como sondarles)
movimientos compensatorios por ejemplo con los labios al no poder usar bien la
lengua, por el uso de biberones, por el uso de chupetes…
A veces ocurre que un bebé recién nacido presenta una alteración de la
función oral al mamar o disfunción oral motora. Si el bebé es alimentado con
biberón es probable que los padres o/y sanitarios que le atienden ni siquiera
se percaten o no se le dé importancia. Pero cuando son niños que toman pecho
puede ser doloroso para la madre y además causar una escasa ganancia de peso.
Mira los frenillos sin ir más lejos…
Los especialistas evaluamos bien la toma y hacemos una buena
evaluación motora.
Y si es necesaria nuestra intervención, usamos técnicas y estrategias
adecuadas al problema que ayudarán a que éste desaparezca o en todo caso al
menos mejorarlo, y por tanto hacer que la lactancia sea disfrutada por la madre
y el hijo y funcione como es debido: sin dolor y con buena ganancia ponderal.
Insisto en la importancia de la valoración en los primeros momentos.
Probióticos, hasta en la sopa
No me he parado a investigar si hay probióticos en las
sopas… que ya no me extraña que pongan de todo en cualquier preparado
alimenticio. Ahí están los alimentos funcionales. ¿No ponen lactobacillus y bifidobacterium, (probióticos) en los yogures…? Pues quizá también los pongan en
la sopa.
Pero no quiero hablar de eso. Uso el título como expresión
castellana de algo que “está en todas partes”.
Casi cada día me llegan bebés que están recibiendo probióticos por
supuestos cólicos. Y me llegan mamás que están tomando
probióticos sin ton ni son. Entre el 85% y el 90% de las madres que acuden a la
consulta, me dicen que han salido el hospital tomando probióticos porque alguien
allí, (a veces matrona, a veces ginecólogo, a veces pediatra, a veces enfermera,
a veces ningún sanitario sino una visita) le ha recomendado tomarlos para
prevenir mastitis. ¿Prevenir? ¡¡Madre
del amor!! Incluso muchas de ellas me
comentan que se han llevado del hospital la cajita o cajitas de muestras
regaladas.
Algunas madres que he atendido venían tomando una dosis
especialmente alta de los probióticos más conocidos para la lactancia. He
tenido varios casos de mujeres que tomaban entre 6 y 8 al día. ¡Qué barbaridad!
Así que estas madres tenían un desequilibrio tremendo en su flora bacteriana… Y
también tenían una mastitis que no curaba desde hacía ya semanas a pesar de
tomar dos tandas de antibióticos y los ya mencionados probióticos. Abordaje integral a estas diadas madre-bebé,
mastitis tratadas con el antibiótico adecuado y por el tiempo adecuado y dejar
los probióticos, y mano de santo. ¿En
estos casos qué fue primero, la mastitis o el probiótico…?
Los probióticos no son la panacea. Primero, y siempre, hay
que valorar si hay o no problemas en la lactancia. Y qué tipo de problemas. En
ese inicio de lactancia. En el mismo hospital
o nada más salir a ser posible. Luego,
si existe problema, tratarlo, buscar la causa. Pero nunca sustituir la atención
del especialista por probióticos tomados a granel… e incluso a veces por
períodos larguísimos de tiempo. Si hay
frenillo, habrá que echar un cable para que no interfiera en la lactancia,
cortando o haciendo terapia miofuncional o cambios posturales o técnicas de
suplementación, o todo a la vez… Si hay mastitis, tratarlas, usando los protocolos
aprobados adecuados; si el agarre está mal pues ayudar a que mejore; si hay una
perla pues tratarla; si grietas, tratarlas...
No todas las lactancias cursan con mastitis. Ni mucho menos.
No hay por qué tener mastitis. ¿Qué sentido tiene tomar probióticos por si
acaso? Y menos sabiendo que lo único que previene la mastitis es un adecuado
y frecuente vaciado del pecho.
Todavía no ha sido constatada su eficacia, ni las dosis ni
el tiempo de administración. Faltan estudios serios y contrastados que nos
indiquen su uso. Y tampoco estamos seguras de que no sean perjudiciales a medio
o largo plazo. No se trata de un placebo, y no conocemos las consecuencias de tomar
tanta cantidad. Sí que es cierto que muchas veces funcionan o han funcionado,
pero después de haber realizado también otras acciones: apoyo emocional,
postural, antibiótico… Entonces, ¿ha funcionado realmente? ¿o han sido las
demás actuaciones? La lactancia dolorosa necesita una atención integral que abarca
muchos campos.
Resumiendo, los probióticos pueden ayudar en algunos casos,
después de haber valorado muchos factores. Pero no se pueden tomar a la ligera,
así como así, ni por sistema nada más dar a luz, ni para prevenir, ni en dosis
no adecuadas.
Siempre, pregunta al especialista.
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