Suplementar con yodo
Cuando una mujer se queda embarazada su agenda se llena de citas médicas:
matrona, ginecólogo, análisis, ecografías, curva de glucosa, revisiones,
preparación al parto, suelo pélvico, etc.
Cuando nace el bebé tras el caos inicial de burocracia: registro civil,
seguridad social, tesorería, hacienda, baja en la empresa… los tiempos de los
nuevos papis, normalmente de la mamá, se llenan de visitas médicas pero esta
vez para el bebé: prueba del talón, revisión de los 15 días, revisión del mes,
de los dos meses, vacunas, revisión de los tres meses… y un largo etcétera.
Casi siempre entre medias hay una revisión postparto, la de la “cuarentena” en
la que con un poco de suerte te dicen si quieres tomar pastillas o ponerte un
DIU, y a veces ni te miran. Poco más.
Si la mamá está teniendo dificultades con la lactancia, en general lo que
se encuentra es con médicos, matronas, enfermeros que le alientan a dar
biberones en lugar de ver cuál es el verdadero problema y ponerle remedio. Y
ninguno le dice qué hacer. La mamá que quiere solucionarlo sigue buscando y quizá
llega al grupo de apoyo a la lactancia más cercano, o con
suerte tiene una IBCLC cerca. Si ha tenido contacto previo en el embarazo, es
más fácil, y si han surgido problemas, que no siempre surgen, se arreglan
antes. Pero cuando no se sabía la existencia del grupo o no se había acudido a
él, éste suele ser ya el último recurso después de haber visto que la lactancia
no está en el terreno de nadie. Es frecuente como asesora encontrarme madres
con lactancias muy complicadas que de haber acudido antes a la especialista o
en su defecto al grupo no habrían tenido ningún problema o estos habrían sido
ínfimos. Como yo misma pude sentir en mis carnes:
Yo, muchos años atrás, desgarrada de dolor y en pleno puerperio: “Tengo
grietas, dolor… ¿dónde acudo?”
Médico de cabecera: “No sé. Dale un biberón”.
Ginecólogo: “No, esta es la visita postparto, si quieres te doy unas
pastillas anticonceptivas. Dale un biberón” (Hablaremos de esto: ¿quién tienen
ganas y tiempo de sexo en el puerperio?)
Matrona: “Es normal, tiene que doler. Y es normal que tengas el suelo
pélvico fatal.” (Falso, no es normal, pero de esto también hablaremos otro
día).
Pediatra: “La niña tiene que comer, dale un biberón”.
Para mis grietas me dieron de todo tipo de cremas y mejunjes, pero ninguno
adecuado. Ni laspezoneras de cera de abeja, ni el Purelan ni ninguna crema cura las
grietas… De esto hablaremos otro día, que da mucho de sí.
¿Y de quién es la especialidad del pecho? Ahora lo sé, lo tengo claro: de
la IBCLC.
En este camino de búsqueda de soluciones, ninguno de esos profesionales de
salud te dicen lo importante que es el yodo. Y qué
curioso que la mayoría de las veces he de ser yo como asesora quien recomiende
el yodo a las madres porque a todos los distintos profesionales por los que la
madre ha pasado se les ha olvidado decírselo. O como mucho le han recetado un
producto innecesario y pagado a precio de oro tipo natalben, promil y demás.
¿Cómo puede ser todos los ginecólogos, pediatras, matronas, enfermeras que
han atendido a esa madre olviden indicarle que debe tomar un suplemento de yodo
durante toda la lactancia? Sí, ocurre cada día.
Toda la población adulta necesita unos 150 microgramos de yodo al día para
su bienestar físico y psíquico. Esto se puede conseguir con la dieta rica
en pescado. Son necesarias cantidades altas y constantes de este alimento y no
todo el mundo tiene acceso y ganas de ello. Es por eso que se ha buscado el
yodar la sal. Con la sal de consumo diario yodada es suficiente para obtener
estos 150 microgramos.
Las mujeres embarazadas y en periodo de lactancia necesitan una suplementación
de yodo. La glándula mamaria se encarga de elaborar la receta de la leche y
busca los ingredientes en las reservas de la madre, en la sangre de la madre o
la glándula crea las sustancias que necesita. Pero hay varias cosas que no
puede sintetizar y si la madre no tiene reservas no se puede incluir en la
leche. Una de ellas es el yodo.
El yodo es esencial para el correcto funcionamiento de la tiroides,
que a su vez es esencial para la buena salud. Una deficiencia de yodo durante
el embarazo y la primera infancia puede dar como resultado retraso mental
irremediable y deterioro severo de las facultades motoras. El desarrollo del
cerebro humano se produce durante la etapa fetal y en la primera infancia hasta
los 2 ó 3 años. Para los bebés la leche materna es la única fuente de yodo, por
lo tanto es vital que la madre tenga unos niveles adecuados en la leche para
garantizar la ingesta de la criatura.
Además la presencia de hormonas tiroideas es un requisito previo para la
producción de leche. Y para elaborar las hormonas tiroideas hay yodo, pues la
tiroxina (T4) va asociada a cuatro moléculas de yodo, y la triyodotironina (T3)
va asociada a tres. Si se produce un hipotiroidismo por falta de T3 y T4 se
puede producir hipogalactia
(verdadera falta de producción de leche).
La clave del buen funcionamiento de la tiroides es la ingestión adecuada, no
excesiva, de yodo. Las necesidades de yodo varían a lo largo de la vida. La
dosis mínima de yodo recomendada es de tan sólo 90 mg/día desde el nacimiento
hasta los 6 años, 120 mg/día de los 6 a los 12 años, 150 mg/día en la edad
adulta, y 250 a 300 mg/día durante el embarazo y la lactancia. La
cantidad de yodo necesario para toda una vida es de tan sólo unos 4 g pero hay
que ingerir diariamente porque no podemos almacenarlo en el organismo.
Estas necesidades no están garantizadas con la dieta y hay que consumir
alimentos enriquecidos con yodo durante toda la vida, y además, durante el
embarazo y la lactancia es necesario complementar la dieta con al menos 200 mg
(microgramos) de yodo al día en forma de yoduro potásico.
Las necesidades del niño alimentado de forma exclusiva con leche materna
deben ser garantizadas por la propia leche de la madre. Con una ingesta de
leche de 150 a 200 ml por kilo de peso y día, la concentración de yodo en la
leche deberá ser de un mínimo de 100 mg/L para aportar los 90 mg/kg/día de yodo
que necesita el niño. Por lo tanto es necesario complementar la dieta
materna con yodo. La manera más fácil, más exacta y más segura es tomar un
complemento diario.
Sal yodada
Por eso las autoridades recomiendan el consumo generalizado de sal yodada
como medida para aumentar el aporte de yodo en la dieta. Esto es así en España
y parte de Europa. En América (norte, centro y sur), que yo sepa, no
es necesario ese suplemento, porque toda la sal es yodada. Eso significa que
hasta la comida basura lleva yodo. En Europa no, la sal yodada es optativa, y
el consumo es muchísimo menor.
El problema es que el yodo se “evapora” con facilidad, por lo que sólo
permanece en el paquete de sal entre 3 y 5 meses… Y eso sin tener en cuenta que
la degradación sería mayor una vez volcamos el paquete en el salero que usamos
para cocinar.
Por otro lado, el yodo se pierde también durante la cocción, por lo que,
finalmente, resulta complicado valorar el aporte final de yodo que ingerimos
con el consumo de sal yodada.
España, por ejemplo, está clasificada como un país con yoduria deficiente,
es decir, consumimos menos yodo del necesario, aunque también es cierto que
esta situación varía en función de las regiones.
La Organización Mundial de la Salud considera que “la carencia de yodo en el organismo es la principal causa en el mundo
que se puede prevenir de lesión cerebral del niño durante el embarazo y la
lactancia, además de ocasionar otro tipo de alteraciones en su desarrollo
físico y mental”.
El Ministerio de Salud en un folleto informativo sobre la prevención de la
deficiencia de yodo durante el embarazo y la lactancia dice: “El Yodo es un
elemento imprescindible para el desarrollo del sistema nervioso central del
niño y para su desarrollo y crecimiento”.
En ese mismo folleto del Ministerio de Salud se habla de la necesidad de
suplementación de yodo durante el embarazo, pero también durante toda la
lactancia: “Es fundamental que la mujer tenga buenas reservas de yodo incluso
antes de quedarse embarazada. Esto permitirá, especialmente durante el primer
trimestre de embarazo, que lleguen al feto las hormonas yodadas de la madre en
las cantidades necesarias para la formación y maduración de los tejidos”. “Lo
mismo sucede durante la lactancia, ya que el yodo que la madre elimina a través
de la leche es la única forma de que el niño reciba esta sustancia, muy
necesaria para prevenir problemas de retraso en el crecimiento y el desarrollo
cerebral.”
Aunque la madre tome sal yodada debe tomar el suplemento ya que la sal
yodada que consumimos aporta sólo la mitad de la cantidad recomendada
diariamente.
Algunas madres prefieren tomar algas en lugar de suplementos, pero esta
práctica tiene ciertos problemas. El consumo de 8 gramos (peso en seco,
que son un par de hojas) de la mayoría de las algas puede dar como resultado
desórdenes del tiroides debido a una ingestión excesiva de yodo.
Por ejemplo:
- 8g en seco de alga Wake aporta 3,2 mg (miligramos) que representa 2300 la
CDR%
- 8g en seco de alga Nori aporta 0,94 mg que representa 670 la CDR%
- 8g en seco de Lechuga de mar aporta 1,3 mg que representa 920 la CDR%
Es decir entre 5 y 300 veces la cantidad diaria recomendada de yodo. Y
¡cuidado! pueden estar contaminadas con metales pesados y causar problemas de
coagulación sanguínea además de sobrecargar el tiroides de forma peligrosa. Ojo
pues con el tema de las algas.
Otro punto a tener en cuenta, y también bastante desconocido, es el tema de
la povidona yodada (betadine, topionic…). Como hemos dicho, la tiroides
necesita yodo para sintetizar hormonas, pero si hay un exceso de yodo en edades
tan tempranas, la tiroides inhibe la captación del yodo y deja de funcionar
como debiera provocando hipotiroidismo. El uso tópico de la povidona
yodada provoca una sobrecarga incontrolada.
Para hacernos una idea, la concentración de yodo en la sal yodada es de 60
microgramos por gramo de sal. En la povidona yodada es de 10.000
microgramos/ml. El peligro no es sólo la altísima concentración de yodo, sino
que además se absorbe mucho y muy rápido.
Por ejemplo se ha observado que la yodemia (yodo en sangre) del cordón
umbilical aumenta hasta en un 50% en aquellas madres en las que se ha aplicado
yodo momentos antes del expulsivo.
Esta sobrecarga de yodo en la madre hace que haya un aumento de yodo en la
leche materna hasta 10 veces superior, en los días posteriores al parto, que
aquellas madres a las que no se les aplica este antiséptico.
Todo ello hace que el bebé reciba mucho más yodo del que precisa y que su
tiroides se bloquee provocando un hipotiroidismo transitorio que puede
afectar al desarrollo cerebral del bebé, que provoca falsos positivos en la
prueba del talón y que hace por lo tanto que se diagnostiquen y mediquen estas
alteraciones que bien podrían haberse evitado.
En conclusión:
La madre lactante ha de tomar yodo durante toda la lactancia para asegurar
el aporte suficiente de yodo a su hijo. La sal yodada y el pescado y marisco
que la madre consume es para su propio aporte de yodo, pero el bebé lo va a
recibir a través de la lactancia materna.
La madre hipotiroidea que toma hormona tiroidea ya tiene suficiente hormona
para ella, pero igualmente necesita tomar el suplemento de yodo, para que pase
suficiente yodo al feto o a la leche.
Una vez que el bebé toma alimentación complementaria, también seguiremos
con el suplemento de yodo puesto que en principio deben comer sin sal, y cuando
se empieza con la sal en la comida del bebé es muy muy poco lo que hay que
echar, tan poco que para el adulto resulte soso, sosísimo. Y en cuando a la
ingesta del pescado y marisco, no se recomiendan antes del año.
El suplemento a tomar sería el Yoduk 200. (Y que la sal de tu casa sea
siempre yodada).
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