martes, 3 de enero de 2012

Suplementar con yodo




Cuando una mujer se queda embarazada su agenda se llena de citas médicas: matrona, ginecólogo, análisis, ecografías, curva de glucosa, revisiones, preparación al parto, suelo pélvico, etc.
Cuando nace el bebé tras el caos inicial de burocracia: registro civil, seguridad social, tesorería, hacienda, baja en la empresa… los tiempos de los nuevos papis, normalmente de la mamá, se llenan de visitas médicas pero esta vez para el bebé: prueba del talón, revisión de los 15 días, revisión del mes, de los dos meses, vacunas, revisión de los tres meses… y un largo etcétera. Casi siempre entre medias hay una revisión postparto, la de la “cuarentena” en la que con un poco de suerte te dicen si quieres tomar pastillas o ponerte un DIU, y a veces ni te miran. Poco más.
Si la mamá está teniendo dificultades con la lactancia, en general lo que se encuentra es con médicos, matronas, enfermeros que le alientan a dar biberones en lugar de ver cuál es el verdadero problema y ponerle remedio. Y ninguno le dice qué hacer. La mamá que quiere solucionarlo sigue buscando y quizá llega al grupo de apoyo a la lactancia más cercano, o con suerte tiene una IBCLC cerca. Si ha tenido contacto previo en el embarazo, es más fácil, y si han surgido problemas, que no siempre surgen, se arreglan antes. Pero cuando no se sabía la existencia del grupo o no se había acudido a él, éste suele ser ya el último recurso después de haber visto que la lactancia no está en el terreno de nadie. Es frecuente como asesora encontrarme madres con lactancias muy complicadas que de haber acudido antes a la especialista o en su defecto al grupo no habrían tenido ningún problema o estos habrían sido ínfimos. Como yo misma pude sentir en mis carnes:
Yo, muchos años atrás, desgarrada de dolor y en pleno puerperio: “Tengo grietas, dolor… ¿dónde acudo?”
Médico de cabecera: “No sé. Dale un biberón”.
Ginecólogo: “No, esta es la visita postparto, si quieres te doy unas pastillas anticonceptivas. Dale un biberón” (Hablaremos de esto: ¿quién tienen ganas y tiempo de sexo en el puerperio?)
Matrona: “Es normal, tiene que doler. Y es normal que tengas el suelo pélvico fatal.” (Falso, no es normal, pero de esto también hablaremos otro día).
Pediatra: “La niña tiene que comer, dale un biberón”.
Para mis grietas me dieron de todo tipo de cremas y mejunjes, pero ninguno adecuado. Ni laspezoneras de cera de abeja, ni el Purelan ni ninguna crema cura las grietas… De esto hablaremos otro día, que da mucho de sí.

¿Y de quién es la especialidad del pecho? Ahora lo sé, lo tengo claro: de la IBCLC.
En este camino de búsqueda de soluciones, ninguno de esos profesionales de salud te dicen lo importante que es el yodo. Y qué curioso que la mayoría de las veces he de ser yo como asesora quien recomiende el yodo a las madres porque a todos los distintos profesionales por los que la madre ha pasado se les ha olvidado decírselo. O como mucho le han recetado un producto innecesario y pagado a precio de oro tipo natalben, promil y demás.
¿Cómo puede ser todos los ginecólogos, pediatras, matronas, enfermeras que han atendido a esa madre olviden indicarle que debe tomar un suplemento de yodo durante toda la lactancia? Sí, ocurre cada día.
Toda la población adulta necesita unos 150 microgramos de yodo al día para su bienestar físico y psíquico. Esto se puede conseguir con la dieta rica en pescado. Son necesarias cantidades altas y constantes de este alimento y no todo el mundo tiene acceso y ganas de ello. Es por eso que se ha buscado el yodar la sal. Con la sal de consumo diario yodada es suficiente para obtener estos 150 microgramos.
Las mujeres embarazadas y en periodo de lactancia necesitan una suplementación de yodo. La glándula mamaria se encarga de elaborar la receta de la leche y busca los ingredientes en las reservas de la madre, en la sangre de la madre o la glándula crea las sustancias que necesita. Pero hay varias cosas que no puede sintetizar y si la madre no tiene reservas no se puede incluir en la leche. Una de ellas es el yodo.
El yodo es esencial para el correcto funcionamiento de la tiroides, que a su vez es esencial para la buena salud. Una deficiencia de yodo durante el embarazo y la primera infancia puede dar como resultado retraso mental irremediable y deterioro severo de las facultades motoras. El desarrollo del cerebro humano se produce durante la etapa fetal y en la primera infancia hasta los 2 ó 3 años. Para los bebés la leche materna es la única fuente de yodo, por lo tanto es vital que la madre tenga unos niveles adecuados en la leche para garantizar la ingesta de la criatura.

Además la presencia de hormonas tiroideas es un requisito previo para la producción de leche. Y para elaborar las hormonas tiroideas hay yodo, pues la tiroxina (T4) va asociada a cuatro moléculas de yodo, y la triyodotironina (T3) va asociada a tres. Si se produce un hipotiroidismo por falta de T3 y T4 se puede producir hipogalactia (verdadera falta de producción de leche).
La clave del buen funcionamiento de la tiroides es la ingestión adecuada, no excesiva, de yodo. Las necesidades de yodo varían a lo largo de la vida. La dosis mínima de yodo recomendada es de tan sólo 90 mg/día desde el nacimiento hasta los 6 años, 120 mg/día de los 6 a los 12 años, 150 mg/día en la edad adulta, y 250 a 300 mg/día durante el embarazo y la lactancia. La cantidad de yodo necesario para toda una vida es de tan sólo unos 4 g pero hay que ingerir diariamente porque no podemos almacenarlo en el organismo.
Estas necesidades no están garantizadas con la dieta y hay que consumir alimentos enriquecidos con yodo durante toda la vida, y además, durante el embarazo y la lactancia es necesario complementar la dieta con al menos 200 mg (microgramos) de yodo al día en forma de yoduro potásico.
Las necesidades del niño alimentado de forma exclusiva con leche materna deben ser garantizadas por la propia leche de la madre. Con una ingesta de leche de 150 a 200 ml por kilo de peso y día, la concentración de yodo en la leche deberá ser de un mínimo de 100 mg/L para aportar los 90 mg/kg/día de yodo que necesita el niño. Por lo tanto es necesario complementar la dieta materna con yodo. La manera más fácil, más exacta y más segura es tomar un complemento diario.

Sal yodada
Por eso las autoridades recomiendan el consumo generalizado de sal yodada como medida para aumentar el aporte de yodo en la dieta. Esto es así en España y parte de Europa.  En América (norte, centro y sur), que yo sepa, no es necesario ese suplemento, porque toda la sal es yodada. Eso significa que hasta la comida basura lleva yodo. En Europa no, la sal yodada es optativa, y el consumo es muchísimo menor.
El problema es que el yodo se “evapora” con facilidad, por lo que sólo permanece en el paquete de sal entre 3 y 5 meses… Y eso sin tener en cuenta que la degradación sería mayor una vez volcamos el paquete en el salero que usamos para cocinar.
Por otro lado, el yodo se pierde también durante la cocción, por lo que, finalmente, resulta complicado valorar el aporte final de yodo que ingerimos con el consumo de sal yodada. 
España, por ejemplo, está clasificada como un país con yoduria deficiente, es decir, consumimos menos yodo del necesario, aunque también es cierto que esta situación varía en función de las regiones.


La Organización Mundial de la Salud considera que “la carencia de yodo en el organismo es la principal causa en el mundo que se puede prevenir de lesión cerebral del niño durante el embarazo y la lactancia, además de ocasionar otro tipo de alteraciones en su desarrollo físico y mental”.
El Ministerio de Salud en un folleto informativo sobre la prevención de la deficiencia de yodo durante el embarazo y la lactancia dice: “El Yodo es un elemento imprescindible para el desarrollo del sistema nervioso central del niño y para su desarrollo y crecimiento”.
En ese mismo folleto del Ministerio de Salud se habla de la necesidad de suplementación de yodo durante el embarazo, pero también durante toda la lactancia: “Es fundamental que la mujer tenga buenas reservas de yodo incluso antes de quedarse embarazada. Esto permitirá, especialmente durante el primer trimestre de embarazo, que lleguen al feto las hormonas yodadas de la madre en las cantidades necesarias para la formación y maduración de los tejidos”. “Lo mismo sucede durante la lactancia, ya que el yodo que la madre elimina a través de la leche es la única forma de que el niño reciba esta sustancia, muy necesaria para prevenir problemas de retraso en el crecimiento y el desarrollo cerebral.”

Aunque la madre tome sal yodada debe tomar el suplemento ya que la sal yodada que consumimos aporta sólo la mitad de la cantidad recomendada diariamente.
Algunas madres prefieren tomar algas en lugar de suplementos, pero esta práctica tiene ciertos problemas. El consumo de 8 gramos (peso en seco, que son un par de hojas) de la mayoría de las algas puede dar como resultado desórdenes del tiroides debido a una ingestión excesiva de yodo.

Por ejemplo:
- 8g en seco de alga Wake aporta 3,2 mg (miligramos) que representa 2300 la CDR%
- 8g en seco de alga Nori aporta 0,94 mg que representa 670 la CDR%
- 8g en seco de Lechuga de mar aporta 1,3 mg que representa 920 la CDR%
Es decir entre 5 y 300 veces la cantidad diaria recomendada de yodo. Y ¡cuidado! pueden estar contaminadas con metales pesados y causar problemas de coagulación sanguínea además de sobrecargar el tiroides de forma peligrosa. Ojo pues con el tema de las algas.
Otro punto a tener en cuenta, y también bastante desconocido, es el tema de la povidona yodada (betadine, topionic…). Como hemos dicho, la tiroides necesita yodo para sintetizar hormonas, pero si hay un exceso de yodo en edades tan tempranas, la tiroides inhibe la captación del yodo y deja de funcionar como debiera provocando hipotiroidismo. El uso tópico de la povidona yodada provoca una sobrecarga incontrolada.

Para hacernos una idea, la concentración de yodo en la sal yodada es de 60 microgramos por gramo de sal. En la povidona yodada es de 10.000 microgramos/ml. El peligro no es sólo la altísima concentración de yodo, sino que además se absorbe mucho y muy rápido.
Por ejemplo se ha observado que la yodemia (yodo en sangre) del cordón umbilical aumenta hasta en un 50% en aquellas madres en las que se ha aplicado yodo momentos antes del expulsivo.
Esta sobrecarga de yodo en la madre hace que haya un aumento de yodo en la leche materna hasta 10 veces superior, en los días posteriores al parto, que aquellas madres a las que no se les aplica este antiséptico.

Todo ello hace que el bebé reciba mucho más yodo del que precisa y que su tiroides se bloquee provocando un hipotiroidismo transitorio que puede afectar al desarrollo cerebral del bebé, que provoca falsos positivos en la prueba del talón y que hace por lo tanto que se diagnostiquen y mediquen estas alteraciones que bien podrían haberse evitado.


En conclusión:
La madre lactante ha de tomar yodo durante toda la lactancia para asegurar el aporte suficiente de yodo a su hijo. La sal yodada y el pescado y marisco que la madre consume es para su propio aporte de yodo, pero el bebé lo va a recibir a través de la lactancia materna.
La madre hipotiroidea que toma hormona tiroidea ya tiene suficiente hormona para ella, pero igualmente necesita tomar el suplemento de yodo, para que pase suficiente yodo al feto o a la leche.

Una vez que el bebé toma alimentación complementaria, también seguiremos con el suplemento de yodo puesto que en principio deben comer sin sal, y cuando se empieza con la sal en la comida del bebé es muy muy poco lo que hay que echar, tan poco que para el adulto resulte soso, sosísimo. Y en cuando a la ingesta del pescado y marisco, no se recomiendan antes del año.

El suplemento a tomar sería el Yoduk 200. (Y que la sal de tu casa sea siempre yodada).


Os dejo enlaces interesantes sobre el tema:







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